POSHUMX
Como mirar el sol cada vez, penetrar nuestros ojos en él a la vez que sus rayos penetran en los nuestros, y en vuestra multiplicidad de fuerzas afectarnos mágica y apasionadamente de una vez por todas. Nuestra presencia.px.
Posthumanos se dice y al mismo tiempo se hace. No se trata de un adjetivo que califique a un sujeto, no es un atributo dentro de un predicado. Ahí donde se intentó hacer predicado, se conjugaron formas de vida para generar rupturas humanas sin conceptos, ni categorías y, por tanto, sin ideologías.
No se habla de un tránsito del sujeto moderno al sujeto postmoderno, pues la fantasía del sujeto ha sido desmantelada.
Jugamos al juego de la afectación autocrítica constante. Un juego para huir de la ficción de las definiciones. Un juego con aperturas que nacen y mueren y no dejan de insistir en derribar las tramas del ser como sustancia para crear las tramas de un ser como performance.
Aquello que se llama “Hombre” ha necesitado siempre de significantes como analgésicos llámese asalariado, academizado, teñido o familiarmente asignado por jurisprudencias.
Los binomios agonizan, algunos se han inmunizado y parecen estar cada vez más fuertes como monstruos fenixos intentando revivir y apoderarse cual amo supremo o soberano de los que nacen, viven y aún no han sido paridos.
En boga y todavía con vestigios de los más duros e “invencibles” aparatos de captura de la modernidad, todos los seres, hombres, animales y plantas no cesamos de pasar de un lugar a otro, a modo de una prisión trágica con ansias de libertad. Cualquier tipo de libertad atosigada por las grandes insituciones modernas (la familia, luego la escuela, el trabajo, el matrimonio y, por supuesto, el amor) sigue albergándonos y produciendo deseos.
El aparato “naturaleza versus cultura” nos presiona como enseñanza bíblica y científica. El Ser Social reza: no hables con los animales, las plantas, o piedras, pues eso ES la locura o el no pasaje a la cultura. Y ¡cuidado! Con tentarse con el deseo sexual y el cariño hacia otras especies, pues la tipificación repugnante no tardará en llegar como el mismo sello de fierro caliente con el que etiquetan al ganado.
Típicas abundancias de la modernidad pero que se coagulan por estos tiempos. Organizar la producción, decidir la muerte y administrar la vida se licuan y condensan. No hay desvanecimiento o abolición porque la adaptación de viejas oposiciones del hombre y aquello que ante él se presenta siguen siendo enseñanzas por estos días a través de diversas disciplinas. Afectan los cuerpos, los heteronormativiza.
Atacan de forma tangible -algunas más visibles que otras- las relaciones políticas del Imperio, imprimiendo en el hombre su SER como aquella sustancia inmutable que permanece y trasciende “naturalmente”. Los agenciamientos despóticos se oponen a que “lo extraño”, “la rareza”, el “trance” o lo “anormal” puedan ser formas legítimas para abolir el estado y lo social, presentándose aquella rareza y anormalidad como el contra-poder y el deseo autoproducido. Dar lugar a ello pareciera significar un golpe bajo a la identidad, al Ser como sustancia, a la homogeneidad y cualquier forma de vida que vilmente se transcriben y retranscriben con el principal fin: evitar el contra-poder y el deseo autoproducido.
Llegó el momento de huir, de pensar otras formas de vida y fugar de las anteriores. Es la hora de vivir de otros modos en los que nada tenga relación entre sí, en los que el caos y la inestabilidad no sean sujetos por los predicados anormales, en los que podamos hacer máquina con todos los objetos, y en los que nuestros modos de afectación no reproduzcan la familia y el estado mayor. Es hora de devenir manadas.
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