miércoles, 3 de agosto de 2011

TIQQUN

Glosario y bibliografía sobre Tiqqun


Ciudad sin sueño (1996)- E. Morente y Lagartija Nick


Este es el índice completamente discutible de algunos conceptos centrales de Tiqqun. Está hecho con pasajes literales que se limitan a condensar esa dificultad inicial de comprensión, nada más. Se ha intentado, pero es de todo punto imposible, una definición más técnica que ahorre la ambigüedad de tales conceptos. No existe ni un solo término esencial que pueda definirse neutralmente. Pretendo pues, de manera harto problemática, acotar una zona, una constelación polémica. De manera que este dudoso glosario apenas enmarca la discusión que debe seguir, si acaso la intensifica. Poned, por tanto, un signo de interrogación en cada uno de estos epígrafes.

-Bloom. Frente a Dédalus, Leopold Bloom es el personaje central del Ulises de Joyce. Representa la existencia "cualsea" (quodlibet) cuya insignificancia le permite asistir al devenir inmanente del mundo. Bloom mantiene también estrechos vínculos con la "existencia cualquiera" del comienzo de La comunidad que viene de Agamben, una indiferenciación, una "idiotez" muda que es el suelo de la singularidad humana. El Bloom de Tiqqun prolonga la alienación del "proletario" en Marx, del "espectador" en Debord -¿y Ortega?-, del "musulmán" de los Lager. Kafka, Walser y el Bartleby de Melville han analizado asimismo este último hombre, acentuando sus borrosos atributos. Con Bloom florece la niebla de la indecisión, máxima expresión de la seguridad en nuestro mundo radiante, idealmente despojado de experiencia.
Recuerda: 22'35, estación de Tribunal. Te cruzas con la bloomitud en ti mismo, observas los semblantes silenciosos de un vagón del Metro, esa disimulación compartida. La humanidad viaja agotada por el papel que representa a diario. Durante horas, han sostenido el guión y el decorado. El sujeto ha quedado reducido al teatro de sus atributos, una especie de potencia impotente: me llamo fulano de tal y existo. Es el estadio final de la separación y del Espectáculo, la normalización de la desposesión en un espectador puro. Esquivando la violencia de vivir en el consenso infinito, el hombre ha caído en esta flexibilidad cadavérica, en la disponibilidad total de un estado larvario. Hasta la depresión de Bloom es larvada. Se ha operado en él una mutación asombrosa por la que el individuo es al fin dividual: nunca sabes con quién estás, ni con qué Stimmung sales tú mismo a la calle, porque, para protegerte en este orden global formateado, has aprendido a flotar en la reserva. Es, dicen ellos, el fin de todos los hechizos: después de desencantar la tierra, le llega el turno el desencantamiento del Yo.
En el Espectáculo todos lo personajes se deslizan en el murmullo: I would prefer not to. En el mundo del siempre-igual no nos pudrimos más en la cárcel que en el Club Méditerranée: la vida está por doquier idénticamente ausente. Para compensar este desvanecimiento interno, se extiende por el páramo "social" un deseo constante de forma, un voluntarismo frenético de la identidad. Entre desocupados y agitados, entre advenedizos y parias vivimos en una oscilación infinitamente misteriosa. Inquilinos de una vida exiliada, practicamos una especie de turismo existencial. El inmigrante que no entiende el entorno es el epítome de nuestro estado normal. Bloom representa el fin del sujeto clásico y el de la objetividad. Sumido en una tonalidad afectiva sin referente, mendigo que no mendiga, encarna la "doble huida" del sujeto y del objeto. Lo real pende suspendido en la violencia autista de la neutralidad, en la erranza de lo idéntico y su eterno domingo: "Dondequiera que vayamos, llevamos en nosotros mismos el desierto del que somos el ermitaño" (TB, 23).

-Forma-de-vida. El Bloom es el hombre medio actual, confundido con su alienación. Humanidad espectral, vacante, ente crepuscular sin realidad ni yo, sobrevive como la pluralidad del vacío, lo indiferente. La política de desaparición defensiva nos lleva a permanecer en el Bloom, a ocultarnos en él, en su doble huida. Disolución sin clase, con la bloomitud el más inquietante de todos los huéspedes se ha instalado en los huesos, en nuestros nervios tardíos. Su indecisión perpetua, su ambivalencia representa la infinita sustituibilidad, la duda sin método ni esperanza de exterior. Personalización de masa, asociación masiva del aislamiento, la apertura extática del Bloom -ese Yo que es un Uno, ese Uno que es un Yo- es precisamente aquello contra lo cual se reinventa continuamente la ficción del individuo y su cuerpo. Pero sin esta ambivalencia del Bloom la mercancía no sería más que un principio puramente formal, si ningún contacto con lo real.
Entre el estruendo del Espectáculo, que quiere que habléis, y el silencio del Biopoder, que quiere que viváis, el Bloom es la eterna adolescencia de la humanidad. Pero encierra al mismo tiempo la más alta posibilidad. Precisamente porque es el hombre del nihilismo consumado, su destino consiste en operar la salida del nihilismo o perecer. En la medida en que no es un individuo, es el umbral de una posibilidad insólita. Y es temido por eso. La forma-de-vida es la polarización íntima de la "nuda vida" en que ha caído el Bloom, su clinamen, su atracción, su gusto. Tal inclinación puede ser conjurada o asumida. Aunque la asunción de una forma-de-vida no es solamente el saber de tal inclinación, sino el pensamiento de ésta. Pensamiento es lo que convierte la forma-de-vida en fuerza. Se trata de un abandono, una caída y una elevación, un movimiento y reposo en sí. No se relaciona con lo que yo soy, sino con el cómo, con cómo -¿Kant?- yo soy lo que soy. Se trata de ser fiel a la inclinación más que a los predicados, a la forma-de-vida como algo completamente distinto a la identidad formateada por "la sociedad".
En la medida en que intenta darle forma a la violencia de lo no elegido, la forma-de-vida es semejante tal vez a la Voluntad de Poder nietzscheana. Por eso dice Tiqqun que hasta la neutralidad es parte de ella, un partido más en el libre juego de las formas-de-vida. En última instancia, se trata de asumir la necesidad íntima de la contingencia, la eternidad de una finitud que carece de determinaciones externas. En todo caso, cada vez que ocurre, la muerte abre un boquete vergonzoso en el tejido biopolítico. El nihilismo consumado que, en realidad, lo único que ha consumado es la disolución de toda alteridad en una inmanencia circular ilimitada, siempre sufre ahí una derrota: en contacto con la muerte, la vida deja súbitamente de ser evidente. La reapropiación de la violencia comienza por acabar con la concepción de una muerte que sobrevendría al término. La muerte es cotidiana, es este empequeñecimiento continuo de nuestra presencia ante la imposibilidad de abandonarnos a nuestras inclinaciones. La Metafísica Crítica, la antropología negativa que permite invertir el Bloom, es "una física que reserva a cada ser su disposición al milagro" (IGC, 6).

Guerra civil. Libre juego de las formas-de-vida, es el principio de su co-existencia. Digamos que brota de una "naturaleza humana" para la cual no hay contrato social: Tiqqun, ciertamente, parece más cercano a Hobbes que a Rousseau. Al fin y al cabo, la violencia es aquello de lo que hemos sido desposeídos y de lo que hace falta reapropiarse para acabar con la hostilidad que ha crecido en este orbe climatizado. No hay sociedad, pero sí una ética de la guerra civil, una ética de la violencia. Guerra, pues, porque la eventualidad del enfrentamiento mutuo no puede ser nunca anulada. Civil porque las formas-de-vida no se enfrentan como Estados, sino como partidos, máquinas de guerra partisanas. Guerra civil porque ignora la separación entre nuda vida y existencia política.
Si el Estado moderno es la continuidad de la guerra civil por otros medios, el Imperio es su conjura global, su control homeostático. Controlar la guerra civil, neutralizarla, es la máxima aspiración del Estado. Precisamente, el bajo nivel de elaboración de la guerra civil en el seno de lo político ha llevado a la confusión sistemática entre hostis y enemigo. Toda forma-de-vida tiende a constituirse en comunidad. Cada cuerpo quiere agotar su forma-de-vida, dejarla muerta tras de sí y después pasa a otra. Ha ganado en espesor y en soltura: ha sabido desprenderse de una imagen de sí. Allí donde estaba la nuda vida ha de llegar a estar la forma-de-vida y esto significa invertir la biopolítica en política de la singularidad radical.
Por lo demás, formas-de-vida semejantes dan lugar a una comunidad anterior a toda decisión, a un encuentro que circula. No hay la comunidad, sino el acontecimiento comunitario, cuyo contagio se propaga. Llaman comunismo al movimiento real que elabora en todo lugar, en todo instante, la guerra civil. La máquina de guerra, existencia dedicada a su inclinación, es la única alternativa a la dicotomía entre Espectáculo y Biopolítica, entre ghetto y ejército, entre lentitud trágico-soviética y agitación cómico-grupuscular. Tiqqun no cree en la Revolución, sino en las revoluciones que comienzan con la huelga humana, la deserción, la secesión de la identidad reconocida. En efecto, todo reconocimiento en el Espectáculo no es más que reconocimiento del Espectáculo. "La guerra civil quiere decir solamente: el mundo es práctico; la vida, heroica, en todos sus detalles" (IGC, 104).

-Tiqqun. Es otro nombre de ese devenir-práctico del mundo, el proceso de revelación de toda cosa como práctica, esto es, en la significación inmanente de sus límites. El Tiqqun es que cada acto, cada conducta, cada enunciado, en tanto acontecimiento dotado de sentido, se inscriba por sí mismo en su metafísica propia, en su comunidad, en su partido. Tiqqun es la redención, la restauración de la unidad de sentido y vida. Es el devenir-real del mundo, el proceso de revelación de toda cosa como práctica: porque es, es verdadera, así, como ella es. Es la acción de devolver a cada hecho su propio cómo, de tomarlo incluso como únicamente real. El Bloom forma parte del Tiqqun, que abre una temporalidad interior a la historia y permite una reparación mesiánica de todas las cosas. Tal inversión de la finitud supone el encuentro con una crisis que recapitula el tiempo y lo abrevia en un ahora.

-Imperio. En contraste con el Estado moderno, el Imperio no niega la existencia de la guerra civil, simplemente la gestiona. De ahí el tono "popular" de este último capitalismo: es la gestión global de la guerra civil, del miedo al hobbesiano "estado de naturaleza". La misma policía, se dice, no está para poner orden, sino para gestionar el desorden. Así como la publicidad se muda en Espectáculo, la policía se convierte en Biopoder. Bajo el Imperio la diferencia entre la policía y la población se ha abolido. Cada ciudadano del Imperio puede, en todo momento, y en un grado de reversibilidad propiamente bloomesca, revelarse como un poli. Como el poder de coerción es el que la masa anónima ejerce sobre cada uno de sus elementos, la perfección del dispositivo de vigilancia reside en la ausencia de vigilantes. Es la conjuración masiva de toda forma-de-vida en una separación capilar, flexible, totalizadora e individuante a la vez. Por eso el individuo resulta dividido en su núcleo. Tal alianza de Espectáculo y Biopoder, tal atenuación internacional de las formas-de-vida, explica que el minusválido, más o menos equipado, represente el ideal de vida.
La deconstrucción es el único pensamiento compatible con el Imperio: disolver, descualificar cualquier intensidad. Bajo su apariencia fatua, tiene una función política precisa: hacer pasar por bárbaro a todo lo que se oponga resueltamente al imperio de la comunicación, por místico a quienquiera que tome su propia presencia como centro de energía de su revuelta, por fascista a cualquier consecuencia vivida del pensamiento. El Imperio nos coacciona incluso con su debilidad, puede su propia impotencia. Como está sostenido por la metafísica impersonal del Uno, no tiene afuera, no reconoce unas afueras que se le opongan. Su obesidad es mórbida, pues la extensión de su metástasis polariza incluso los territorios que no ocupa. Por tal razón el enemigo del Imperio es interior. Es el acontecimiento, todo lo que podría pasar, ese fondo durmiente que amenaza en cada Bloom bajo la forma del riesgo.
La fuerza del Imperio, y al mismo tiempo la frágil positividad de su mundo, proviene nada más que de la suspensión del Tiqqun. Como su mensaje es solamente la mediación indefinida, no necesita más contenido que la ilusión de que existe "la sociedad". No se opone a nosotros como un sujeto, sino como un medio que nos es hostil. Funciona así con la crisis y el estado de excepción como estilo regular, con la urgencia y la alarma del desastre como método normal. Basta con distraer al Bloom de sí mismo, gestionar su crisis larvada. La metafísica del Uno le presta al Bloom ideas, deseos y una subjetividad para que siga siendo la existencia muda en cuya boca el Espectáculo pone las palabras que quiere oír. De ahí se extiende un deseo general de forma para huir de la forma-de-vida. La alianza de nihilismo helado y formación de masas converge en una conminación social cada vez más desorbitada a "ser uno mismo". Gay, tecno, negro o chusma, sea lo que fuere, es preciso que Bloom sea algo, cualquier cosa antes que nada.

A diferencia del Estado de Derecho, el Imperio vive sin existencia jurídica. No la necesita, pues el control ha pasado de la Ley a las normas. El Uno garante de la proliferación reticular de las normas hace que el Imperio sea sólo el último resorte de cada situación. De ahí que pueda aliarse con alguna mafia local, incluso con tal o cual guerrilla. No importa quién controla con tal de que haya control. Bajo el régimen de la norma, nada es normal: todo está por normalizar. El imperio se presentará gustosamente como una red de la cual cada uno sería un nudo. La norma constituye entonces, en cada uno de sus nudos, el elemento de la conductividad social. Sin embargo, como no estamos tan despersonalizados como para conducir perfectamente los flujos sociales, "siempre estamos en falta con respecto a la norma" (IGC, 83).

Partido Imaginario. De un lado la nueva humanidad radiante, cuidadosamente formateada, transparente a todos los rayos del poder, idealmente despojada de experiencia, ausente de sí hasta el cáncer. Del otro, nosotros, esa masa de mundos infra-espectaculares, de parias intersticiales, existencias inconfesables de los que no se encuentran en la tibieza climatizada del paraíso imperial. Nosotros, éste es el plan de consistencia fragmentado del Partido Imaginario como expresión política de la negatividad, del accidente general que arrastra esta sociedad en conflictos parciales, sordos, aislados unos de otros. Este proceso es la otra cara del repliegue que es el Imperio. Al hacer del mundo un tejido biopolítico continuo, el Afuera ha pasado Adentro. El afuera de este mundo sin afuera es la discontinuidad durmiente alojada en los alvéolos de nuestra mundial radiación. Se trata del "enemigo cualquiera", una multiplicidad de prácticas que agujerean el Imperio. Tiqqun es solamente la fracción consciente y anónima de esas prácticas, de ese partido.
La esfera de la hostilidad no puede ser reducida más que extendiendo el dominio ético-político de la amistad y la enemistad. El devenir-real del Partido Imaginario no es más que la formación por contagio del plan de consistencia donde amistades y enemistades se despliegan libremente y se vuelven legibles. El agente del Partido Imaginario es aquel que, partiendo de donde se encuentra, de su posición, prosigue el proceso de polarización, de asunción diferencial de las formas-de-vida. Este proceso no es otro que el Tiqqun. La guerra civil se ha refugiado en todos, el Estado moderno ha puesto a cada cual en guerra contra sí mismo. El imperio, llevando a cabo su guerra a la guerra civil en todas partes, ha propagado en su lugar la hostilidad, aunque bajo el nombre de "economía". Indiferenciada, exenta de toda personalidad, la economía es el odio sordo por todo lo no ocurrido, lo que podría ocurrir. Sin embargo, conocida como existencia singular, cada cosa escapa a la esfera de la hostilidad, volviéndose amiga o enemiga. La ética de la guerra civil que se ha expresado así recibe también el nombre de Comité Invisible. Él marca una fracción determinada del Partido Imaginario, su polo revolucionario. Pero no se trata de una organización, sino de una sociedad abiertamente secreta, un nivel superior de lo real. Territorio metafísico de secesión que adquiere la amplitud de un mundo, el Comité Invisible es el espacio de juego cuya creación positiva puede cumplir la gran migración del mundo de la economía.

Ignacio Castro Rey. Madrid, 13 de febrero de 2009



Claire Fontaine, Consumption
Bibliografía para Tiqqun

La dificultad conceptual, la densidad filosófica y política de Teoría del Bloom e Introducción a la guerra civil es tal que haría inagotable una lista completa de todas las lecturas, directas e indirectas, que están detrás de los dos libros. Además, el contenido doctrinario de Tiqqun, su intento de hacer una "Summa" de la época y del pensamiento, tiene tantas referencias integradas que no sólo resultaría agotador ordenarlas y seguirlas, sino que sería algo profundamente ajeno a la intención de estos agitadores. El intento por parte de Tiqqun de diagnosticar y "superar" la metafísica occidental exige un tremendo esfuerzo intelectual, pero ahorra cualquier rodeo erudito por la historia de la crítica. Tiqqun no se dedica a eso. La cuestión clave es "fisiológica": atreverse a pensar de otro modo lo que nos rodea, esto es, a existir de otra manera.

lunes, 9 de mayo de 2011

Leyendo Testo Yonqui de Beatriz Preciado para que el análisis político no se agote a la altura de la cintura



El cuerpo heterosexual uno de los artefactos con más éxito gubernamental de la sexopolítica decomonónica es el producto de una divisón del trabajo de la carne según la cual cada órgano se define con respecto a su función tanto reproductora como productora de la masculinidad o feminidad.

domingo, 10 de abril de 2011

Paradojas, dislocaciones, potencias del trabajo docente de la escuela media y sus producciones sexuales






Morbos beligerantes
manejan las escuelas de Manchester
cerdos amorfos
mentes cerradas a cal y canto
El Señor Director conduce la tropa
celoso de la juventud
el mismo traje desde 1962
Realiza los pasos militares
sobre mi nuca
Quiero irme a casa
dejar la educación atrás
como quien deja un error
Mitad de semana en el campo de deportes
me aporrea en las rodillas
una patada en la entrepierna
un codazo en la cara
moretones más grandes que platos
Por favor, permítame faltar a gimnasia
tengo un resfrío terrible
La escuela agarra y devora
me patea en las duchas
agarra y devora

The Smiths. El Ritual del Director de Escuela

De los niños revoltosos
que no quieren crecer
hay que encargarse
De las niñas revoltosas
que no se apaciguan
hay que encargarse
Un golpe en la cabeza
obtenés si no pedís
Un golpe en la cabeza
obtenés si pedís

Un golpe en la cabeza
justo obtenés
por ser cómo sos
un golpe en la cabeza
por las cosas que decís
y las cosas que hacés
por ser quién sos
The Smiths La barbarie comienza en casa

Alumno. 1605. tomado del Latín alumnus, “persona criada por otra”, “alumno” y éste del antiguo participo de alere “alimentar”
Estudio. 1220-50. del Latín studium, “aplicación, celo, ardor, diligencia”. Derivados: Estudiante (1462). Studiare: guardar, cuidar.
Joan Corominas. Diccionario Etimológico de la Lengua Castellana.

Muchos jóvenes reclaman extrañamente ser “motivados”, piden más cursos, más formación permanente: a ellos corresponde descubrir para qué se los usa, como sus mayores descubrieron no sin esfuerzo la finalidad de las disciplinas
Gilles Deleuze. Postadata a las Sociedades de Control

Esta comunicación no pretende ser ni una crítica ni una mera descripción de los acontecimientos presenciados, tan solo un ejemplo más en el mar de los sargazos. Por el contrario, se propone como una reflexión activa para todas aquellas individualidades que políticamente desean ejercer el oficio docente en nuestra región con adolescentes. Asimismo, intentamos al respecto de las así llamadas “cuestiones de género”, fugar del enfoque clásico hacia una revisión post-estructuralista. El primero supone al género como un set de conductas prescriptas sobre un cuerpo natural biológico. Este acercamiento, lamentablemente, ha redundado en posturas esencialistas y biologisistas que reprodujeron y aún hoy reproducen los mismos presupuestos que intentaron atacar. Al mismo tiempo, descartaron la posibilidad de realizar alianzas estratégicas por objetivos que afectan discriminatoriamente a otras expresiones de género incluso más subalternas que las mismas mujeres. Mientras que el enfoque post-estructuralista supone al género como una matriz de inteligibilidad ideológica creada por y a partir del advenimiento del capitalismo, a partir del cual se construirá el dato biológico llamado cuerpo (Fausto-Sterling, 2001; Laqueur, 1996; Butler, 1990). Esta última noción es heredera de la idea del poder productivo (contra la dialéctica opresora de Hegel) de Foucault que veremos aplicada en nuestro pensamiento. Finalmente, apelamos a una revisión crítica de la noción de institución como equipamiento sociocultural, cuya función antropológica de producción de subjetividades resulta a nuestro juicio insoslayable.

Titulares
Sábado 31 de octubre 2009. Diario Clarín. Sociedad. Abuso en Mendoza. Echan a la directora y sancionan a 11 alumnos, dice el titular amarillista. La noticia no me abandona, en especial el hecho de que la directora, Adriana Lauro – acusada de no preservar la integridad mental y física de los alumnos y destituida de su cargo-, “no le cree” a la adolescente de 16 años. Fue “un juego sexual”, afirma la responsable de Orientación Psicopedagógica de Escuelas. La adolescente relata:
“Todo sucedió cuando la preceptora dijo que teníamos hora libre. Entraron mis compañeros y escuché que trabaron la puerta del lado de afuera. Me sacaron la billetera, forcejeamos, les dije que me dejaran…y uno me subió arriba de la mesa. Ahí se arrimaron todos para tocarme”.
Como si esta escena de miedo no fuera suficiente, su padre comenta al mismo diario: “le abrieron las piernas y los glúteos.” Frente a la remoción de la directora, 200 estudiantes de la escuela Pesce Scarso se movilizaron para pedir que fuera restituida a su cargo. La tentación a la dicotomía es muy grande. A favor o en contra, culpable o inocente, adentro o afuera. Todo el mundo tiene un veredicto: sobre ella, la estudiante más que nadie, sobre sus compañeros, también. De fondo resuena la baja de la imputabilidad. Y entre líneas, ATORRANTA, eso le pasa por PUTA. El saldo: casi todos quedaron libres. Ella está recibiendo clases en su casa, no quiere volver.
Sin embargo, incluso el Dossier de Materiales de Trabajo para la Formación Docente 2004 del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires, anteriormente citado, reconoce que la escuela es uno de los lugares de mayor preponderancia del registro binario a través de enunciados y prácticas, en los modos de socialización de los estudiantes. ¿Cómo detener los juicios (morales y de valor) para construir puertas? ¿Cómo dejar de ser víctimas (pasivas) para devenir sobrevivientes? Participio presente activo del verbo sobrevivir de insoslayable riqueza semántica. Abandonar el campo de Marte, dios de la guerra, para deconstruir binarios y construir nuevos mundos, y una enseñanza crítica, incluso de los presupuestos sobre sexualidades, expresiones de género y corporalidades.
En sus desarrollos del concepto de implicación, inspirado en la noción antropológica de reflexividad, el sociólogo René Lourau se refiere a la implicación simbólica como aquella que más acontece y menos se piensa, la que nos posiciona como sujetos del lenguaje y nos posibilita vincularnos y relacionarnos, establecer entramados de parentesco y afinidades que modelan inacabadamente nuestra identidad sociohistórica y cultural. Dicho estrato de subjetivación es el más próximo a las catexis inconscientes de deseo (Deleuze & Guattari. 1985) pero no por ello se encuentra desconectado de las catexis preconscientes de clase. Nos atrevemos aquí a incluir a las catexis de género como aquellos vectores libidinales de subjetivación que no remiten ni a una segmentación de clase preconsciente, ni a una producción deseante propiamente inconsciente. Si concordamos con la concepción esquizoanalítica del deseo como revolucionario, las catexis de género sobrecodifican el deseo, produciendo una coagulación que se materializa en el par masculino-femenino. Si la implicación en sentido amplio remite al saber y no saber de la multiplicidad de relaciones del sujeto con el sistema institucional, la implicación simbólica es la más brumosa, aquella que remite a los segmentos de subjetivación más resistentes a su desnaturalización. La segmentaridad de género puede ser así considerada como uno de los estratos de la implicación simbólica. Baste un ejercicio de auto-observación y reflexión, preguntándose acerca de la propia condición de género, los propios gustos sexuales y aquellos vividos como refractarios.

El don de Creer
Más acá desde donde escribimos este trabajo, en el barrio de Parque Patricios, la Sra. T ejerce como profesora de Química. Dada la trayectoria de la Sra. T como docente de escuela media, investigadora y formada en la carrera docente de la U.B.A., no es concebida ni como caso aislado ni en su valor individual sino tomada como representante del discurso avalado, toda una informante clave de la institución escolar y sus dinámicas de poder microfísicas, moleculares:
“Es necesario concebir el discurso como una violencia que se ejerce sobre las cosas, en todo caso como una práctica que les imponemos; es en esta práctica donde los acontecimientos del discurso encuentran el principio de su regularidad. (…) no ir del discurso hacia su núcleo interior y oculto, hacia el corazón de un pensamiento o de una significación que se manifestarían en él; sino, a partir del discurso mismo, de su aparición y de su regularidad, ir hacia sus condiciones externas de posibilidad, hacia lo que da motivo a la serie aleatoria de esos acontecimientos y que fija los límites”. (Foucault. 1999: 53).
Ella es la madre de la mejor amiga de una de las compañeras del equipo. Pese a eso, off the record (por eso, el socio-lingüista William Labov no usaba grabador en sus trabajos de campo), la Sra. T revela que tampoco cree siempre en lo que dicen sus estudiantes, en especial las estudiantes asignadas a un sexo: mujer. En la escuela normal el embarazo no deseado corre como agua pero el enfoque de género sobre la educación secundaria se encuentra en el desierto. La Sra.T atiende y reproduce los comentarios vox populi de su comunidad institucional al comentarnos -acerca de una de sus estudiantes que dejó de asistir a la escuela porque quedó embarazada tras ser abusada- “se dice que trabaja de prostituta”.
La adolescente en cuestión, de acuerdo al relato que de ella hace su docente/tutora a cargo, parece un caso típico de la tarjeta postal de la agenda de género de las escuelas: 16 años, madre soltera (al momento de la producción de este trabajo), sin padres, vive -justamente- con unos tíos/padrinos. Pese a las estadísticas que son de público conocimiento, donde las posibilidades de ser “víctima de maltrato y/o abuso” son de 5 a 1 en el interior de la familia, la Sra. T afirma “yo no le creí”. Tal como afirma la Lic. Fernández “El silenciamiento de la violencia parece ser el que preserva la unidad de las familias actuadoras de incestos…” (Dossier. 2004: 42). El pudor de ser la madre de la mujer amiga de nuestra compañera nos tapó, a nosotras también, la boca, y no pudimos preguntar: ¿por qué no le creíste? Sin embargo, la Sra. T no siempre es incrédula. Ella (le) cree a otra de sus estudiantes, una que oculta su embarazo, producto de una relación con un compañero de curso, cuando afirma que su mamá la quiere obligar a abortar (sic). En su función de tutora, cita a la madre para hablar de este hecho, y ésta relata que es el padre quien quiere que aborte, no ella, que ella “le va a criar el hijo a su hija”. A su vez, la Sra. T, responsable y preocupada, pues no se trata aquí de una cuestión de omisión en su función, cita a los padres del chico devenido padre. Sorprendentemente, para la docente, éstos hablan de las malas notas del hijo. ¿A él y a su “deseo” de ser padre quién lo escucha?
A partir de estas primeras viñetas podemos postular un primer corolario de educación de género en la estructura escolar: las cuestiones de género que tienen a las mujeres como protagonistas indiscutibles de las inequidades e injusticias por motivos sexuales, también afectan de manera directa a los individuos biopolíticamente asignados al sexo varones, quizás de modos menos visibles pero no por eso menos sensibles, o con marcas menos indelebles. Desde esta perspectiva ni binaria ni maniquea es posible desmarcarse tanto de la nota del diario Clarín como de los acontecimientos acaecidos en dicha escuela para encontrar líneas de fuga a las producciones genéricas institucionales que permitan habilitar las potencias inmanentes a los cuerpos y sus resistencias como sobrevivientes, más que como víctimas pasivas de un sistema opresor o como jóvenes victimarios irrecuperables.

Gente como uno
El cuerpo es territorio de atravesamientos de significación sexual entre los cuales la escuela, a partir de la Ley Nacional de Educación, obligatoria para todxs, no está exenta. Sin embargo, una pregunta emerge ¿por qué y cómo se hizo de la construcción de la sexualidad una experiencia moral y, como toda moral, una experiencia trascendente?
Siguiendo a Ana María Fernández:
“Una investigación de la Unesco de 1985 señala que gran parte de las jóvenes de sectores populares de América Latina no consideran que sus cuerpos les pertenezcan hasta el punto de que la violencia u opresión sexual no puede ser visualizada por ellas como un asalto a la libertad… aun adultas aceptan las demandas sexuales del hombre como una obligación para satisfacerlo y que en su mundo no hay lugar para la anticoncepción.” (Dossier. 2004:52)
Asimismo, esta psicóloga sostiene que las cuestiones de género y avasallamiento de las sexualidades adolescentes -como en estos dos casos- entrecruzan sexos con clases sociales en un entramado que no suele ser fácil de deconstruir o visibilizar:
“El hecho de que niños/as sean víctimas del maltrato parental, de abuso sexual, de ataques incestuosos, etc. no tiene una propiedad de clase. Generalmente preferimos verlos como productos indeseables de la pobreza porque resulta insoportable para las buenas consciencias reconocer que estas cuestiones ocurren muy cerca nuestro, a veces en nuestras propias familias.” (Dossier. 2004:13)
La problemática de la sexualidad (la del género, la de los cuerpos) no se trata solamente de informar sobre métodos anticonceptivos (necesarios y fundamentales, sin duda, pero no a disposición de lxs jóvenes, tal como releva el informe “Monitoreo del Cumplimiento de la ley 418 de Salud Reproductiva y Procreación Responsable en doce hospitales de la Ciudad de Buenos Aires, a dos años y medio de su sanción” (Marzo de 2003) a cargo de Stella Regairaz, Abogada, y María del Carmen Brion, Investigadora Feminista en Salud Reproductiva; a pesar de la Ley 25.673 -sancionada el 30 de Octubre de 2002- que creó el Programa Nacional de Salud Sexual y Procreación Responsable). Por el contrario, y conjuntamente con el fácil acceso y circulación de los métodos de anticoncepción creemos en la generación de condiciones para que lxs jóvenes se apropien no sólo de sus cuerpos reales sino de sus potencialidades de resistencia contra los avasallamientos (sexuales, afectivos, etc.) apelando a dispositivos múltiples como grupos de autodefensa, talleres de reflexión, o estrategias creativas como distribución y confección de contrainformación. De acuerdo a Epstein & Johnson: “En las escuelas…la sexualidad está por doquier y en ninguna parte…son ámbitos de importancia para la producción y la regulación de las identidades sexuales tanto dentro de ellas mismas como en el mundo exterior.” (Dossier, 2004:122) En este orden de cosas, la escuela media produce una serie de paradojas, en nuestra lectura, intrínsecas a esta institución prima hermana de otras instituciones totales de encierro.

Paradojas
La primera paradoja podría ser expresada por la siguiente formulación: la represión sexual escolar no anula la sexualidad sino más bien produce un tipo específico de sexualidad represiva, uno de cuyos efectos es la producción de un modo de intercambio social en la escuela dentro del entramado de circulación del poder en ese espacio. Esta paradoja institucional no sólo reprime sexos, géneros y sexualidades sino que, siguiendo a Foucault (1975), al hacerlo los produce:
“…las escuelas hacen todo lo posible por prohibir las manifestaciones de la sexualidad tanto de alumnos como de profesores…las manifestaciones de la sexualidad constituyen un importante recurso y una valiosa moneda de cambio en las relaciones diarias de la vida escolar…las formas que tiene la sexualidad de presentarse en las escuelas y los términos en que se producen las identidades sexuales están fuertemente determinadas por las relaciones de poder entre docentes y discentes, la dinámica del control y la resistencia…” (Dossier, 2004: 122-3).
La sexualidad, indiscernible en esta paradoja, directamente determinada por el sexo anatómico y el género, se introduce en la escuela en todas partes y en la multiplicidad de relaciones de poder que en ella se instauran, como los muertos/desaparecidos en el poema de Perlongher, Cadáveres: “…en las fantasías y las expectativas sobre destinos futuros, al hablar de los íconos culturales populares, en las habladurías de los profesores sobre otros compañeros, y en los juegos en el patio, y en las conductas de acoso y amenaza, y en lo que se dice.” (Dossier, 2004:128) Y también en la relación docente/estudiante que integra el dispositivo por el cual se puede filtrar el abuso del vínculo apasionado de lxs adolescentes.
Apelamos aquí a una enseñanza de Foucault: el funcionamiento de un dispositivo se revela menos por sus objetivos que por sus metodologías. La Ley 25.673 establece sin duda objetivos plagados de buenas intenciones -imposible no recordar aquí el enunciado deleuziano acerca de las buenas intenciones forzosamente castigadas- pero será en las metodologías concretas observadas en el campo institucional escolar donde la insuficiencia del discurso jurídico se revela indubitablemente. Como dijimos, en la formación total de la conducta en la escuela, espacio donde -tradicionalmente- todo el tiempo se inculca un saber-poder productor de subjetividades, la heterosexualidad femenina, necesaria para alejar los “fantasmas” de otras sexualidades no de acuerdo a la norma, “…puede dividirse entre la imagen de la pureza… y lo explícitamente sexual: la puta, en la iconografía occidental.” (Dossier, 2004:132).
Aquí en la producción de una subjetividad hetero-femenina emerge, como segundo enunciado, la paradoja del chivo expiatorio: la sexualización de las estudiantes, especialmente las que ostentan prácticas y ejercicios sexuales “problemáticos” para las instituciones, es el intento desesperado de desexualización de la escuela, desexualización necesaria, como vimos, para producir una sexualidad hetero-femenina. Así, tan producidas como estigmatizadas, la represión del cuerpo que sobre ellas recae es una primera fase que antecede a una segunda de recreación de sus cuerpos, asignándoles un devenir mitificado de mujer hipersensual que expresa la sexualidad negada y reprimida en todo el espacio escolar, no sólo a las otras estudiantes -sus compañeras- sino también al cuerpo docente.
La implicación simbólica lourauniana desarrollada supra, así como sus procesos de segmentarización subjetiva, admiten aquí una revisita crítica. Si la sexualización de las jóvenes “díscolas” es posterior -y a su vez condición general- a una negación generalizada de la sexualidad en la escuela, la segmentaridad de género sufre variaciones y modulaciones inmanentes a la dinámica de la institución escolar. La segmentación subjetiva de género no es lineal ni está dada de una vez y para siempre, sus intensidades y duraciones obedecen a diversas urgencias que la escuela intenta gestionar, administrar, normalizar.
De esta manera arribamos a nuestra tercera paradoja: la joven escolarizada y su sexualidad es vista como víctima, pero tratada como culpable. Conducta ésta fomentada y difundida entre pares y docentes que se desprende de lo que Judith Butler explica acerca del funcionamiento del sometimiento y su deseo:
“La idea de que el sujeto está apasionadamente apegado a su propia subordinación ha sido invocada cínicamente por quienes intentan desacreditar las reivindicaciones de los subordinados…si se puede demostrar que el sujeto persigue o sustenta su estatuto subordinado entonces la responsabilidad ultima de su subordinación quizás resida en él mismo. Por encima y en contra de esta visión, yo argumentaría que el apego al sometimiento es producto de los manejos del poder y que el funcionamiento del poder se transparenta parcialmente en este efecto psíquico, el cual constituye una de sus producciones más insidiosas.” (Butler. 2001:17. El subrayado es nuestro).

Estas jóvenes victimizadas pero culpabilizadas no pueden devenir sobrevivientes, al no poder ser acompañadas en la producción de un agenciamiento que posibilite la administración autogestionada de sus propios deseos (cualquiera sean), y que les permitan, a su vez, el ejercicio de una sexualidad recreativa y libertaria, línea de fuga del instituido de la maternidad, en el cual parecen reterritorializarse una y otra vez, como un destino biológico inevitable en el entramado etnia/género/clase, mediante prácticas pedagógicas que no deberían ser sólo momentos o clases especiales: el enfoque interdisciplinario de género que sugerimos es, de algún modo, una forma de existencia contra la dominación. De acuerdo a Epstein & Johnson las razones para que esta dicotomización se produzca dialécticamente en el ámbito escolar responde a motivaciones intrapsíquicas: “…la importancia que el cuerpo docente le da a las mismas (las estudiantes con sexualidades problemáticas) prueba la fascinación oculta que provocan figuras estigmatizadas. Al construirlas como “Otra” también las construyen como un objeto de deseo” (Dossier. 2004: 145) proceso cuya efectuación subjetiva otorga sentido a nuestra cuarta paradoja: el deseo y la fascinación por la Otra, construida como tal y para tales efectos, sólo se puede tramitar en la asepsia impoluta de la escuela, al devolverlas al sistema como excluidas.
Asimismo, la vida sexual ejemplar del profesor significa “ser heterosexual, estar casado, y en el caso de las mujeres tener al menos hijos ya en edad escolar, identidad sexual que se vincula al papel del “guardián moral”…”. La Sra. T, nuestra profesora, responde bien a ese modelo: felizmente casada (aunque nuevamente off the record nos enteraremos que comenzó intensivamente con la docencia escolar ante el desempleo del marido), con dos hijxs estudiantes universitarixs, que si bien formadxs en la escuela pública estatal, no dejará de hacer notar que se trató de escuelas distintas a ésta donde ella ejerce, “porque hay escuelas y escuelas”, dirá. Escuelas a su vez, clásicamente diferenciadas por sexo -y por niveles- en el acervo popular: su hija menor (24 años), estudiante de una carrera humanística, a su vez casada y a la espera de un bebé, estudió en el Lenguas Vivas; su hijo, el mayor (26), que vive aún en la casa familiar, estudiante, como ella de Química, una carrera científica, estudió en el Nacional Buenos Aires. De acuerdo a Guacira Lopez Louro, el proceso de escolarización del cuerpo y la producción de los géneros demuestra cómo la escuela practica la pedagogía de la sexualidad, el disciplinamiento de los cuerpos: “…la sociedad busca “fijar” una identidad masculina o femenina “normal” y duradera…identidad heterosexual.” (Dossier. 2004:9)

La pasión del vínculo
El abuso del vínculo apasionado supone el abuso sobre un ser que necesita como condición sine qua non para no cesar de existir los cuidados psíquicos, físicos y espirituales de las personas que la tienen a su cargo. Así es que ciertos espacios cerrados (por ejemplo, la escuela y mayormente la familia, solidaria con la primera) vienen a querer significar una vigilancia permanente sobre los individuos por alguien que ejerce sobre ellxs un poder y que, porque ejerce ese poder, tiene la posibilidad no solo de vigilar sino también de constituir un saber sobre aquellxs a quienes vigila. Es éste un saber que se caracteriza por tratar de verificar si un individuo se conduce o no como debe. ¿De qué modo el poder produce a sus sujetos, cómo éstos acogen al poder que los inaugura en una inteligibilidad? El deseo de supervivencia, en nuestro caso de lxs niños que fuimos y somos, el deseo de ser, de spinozianamente perseverar en nuestro ser y no cesar de existir, es ampliamente explotable por el poder al nivel de la estructura psíquica de la interpelación: para existir hay que ser sujeto (es decir estar subordinadx). La subordinación no sólo forma al sujeto sino que además le proporciona su condición de posibilidad. El cariño del niño o la niña es anterior al juicio y a la voluntad: cuidadxs y alimentadxs aunque más no sea de modo “aceptable” sentirán amor. Más tarde, tal vez, podrán discriminar a quiénes aman. Seguimos a Butler (1997) cuando afirmamos que para poder persistir psíquica y socialmente, debe haber dependencia y formación de vínculos, y no existe posibilidad de no amar cuando el amor está estrechamente ligado a las necesidades básicas de la vida. Las niñas carecen de, o agencian en mucha menor medida dentro de las instituciones cerradas tales como la familia o la escuela, la capacidad de odiar, por lo menos no en su totalidad. Privadas de nuestra capacidad de defenestrar, cual síndrome de Estocolmo, solo podemos identificarnos y ver como deseable la manera en la que se nos interpela. Por eso, coincidimos con Butler en que “…el adulto imponga de manera unilateral cierta sexualidad, ni de que el niño fantasee de manera unilateral con cierta sexualidad, sino de que explota el amor del niño, un amor que es necesario para su existencia, y se abusa de su vinculación apasionada.” (Butler. 1997:18). El poder no solo actúa para dominar u oprimir a los sujetos ya existentes sino también para formar/ producir sujetos. Butler pregunta, “¿De qué manera el sometimiento del deseo exige e instituye el deseo por el sometimiento?” (ibídem: 30). Así el abuso del vínculo apasionado en relaciones de parentesco llamadas familiares forma ciertos tipos de sujetos, con ciertas prácticas y conductas, deseosos de reproducirlas ni bien tengan la oportunidad sobre sus propias crías. Dar cuenta del deseo de la norma, y del deseo de sometimiento, es en última instancia el deseo de existencia social, explotado por el poder regulador de lxs progenitorxs aniquilantes, conducta naturalizada en todas sus prácticas -incluso intangibles- y vistas como “amor”: “Cuando las categorías sociales garantizan una existencia social reconocible y perdurable, la aceptación de esas categorías, aun si operan al servicio del sometimiento, suelen ser preferible a la ausencia total de existencia social” (ibidem:31). En la medida en que operan como fenómenos psíquicos, restringiendo y produciendo el deseo, las normas rigen también la formación del sujeto y circunscriben el ámbito de la sociabilidad vivible. El funcionamiento psíquico de la norma ofrece al poder regulador un camino más insidioso que la coerción (o abuso) explícita, cuyo éxito permite su funcionamiento tácito a través del campo social. Para entender la vinculación apasionada baste señalar este caso: un camionero de 42 años pasó 20 meses detenido, acusado por su hija, en el momento de la denuncia de 17 años, “falsamente” de violación (http://www.elsiglodetorreon.com.mx/noticia/474053.lo-acusa-hija-falsamente-de-violacion.html,http://www.moglik.com/foro/curiosidades/acuso-a-su-padre-de-violacion-pero-era-mentira/msg76493/). La abogada defensora, Claudia Mirele, dijo en declaraciones publicadas por el diario Clarín que la joven mintió para vengarse de su padre, porque éste "era demasiado recto y quería que sus hijas fueran personas de bien, que estudiaran y que honraran a la familia" y agregó:
"La principal bronca de la chica hacia su papá era el control estricto del hombre hacia sus cinco hijos. Mi cliente es camionero, pero había llegado a la universidad y para alimentar a su familia dejó de estudiar. Entonces, quería que sus hijos estudiaran y que no fueran vagos. Era un padre rígido que ponía controles".
En tanto que el fiscal de la Cámara del Crimen Córdoba, Marcelo Altamirano, declara que:
"Fue un hecho desgraciado. En caso de que no haya secuelas físicas en la denunciante, la Justicia debe construir desde los indicios. La menor, luego de la denuncia, explicó que su padre era inocente. Pero en su momento se temió que la joven hubiera sido amenazada para que diera otra versión de lo sucedido". (El subrayado es nuestro)
El camionero Jorge, quien confesó haberse equivocado porque trataba a su familia como un cuartel militar, amenazando con no comprarle zapatos ni ropa a sus hijxs si las notas no alcanzaban el 8, o que no les permitía ir a bailar ni tener novio, ha producido las condiciones que posibilitaron que su hija se desdijera de una primera denuncia de abuso ( y a quien los recortes periodísticos y el aparato legal desplegado no han hecho más que infantilizar, suponiendo que denuncia “forzada” por terceros). Al recuperar su libertad, Jorge salió llorando y se abrazó con Analía, su esposa, quien lo esperaba junto al resto de su familia, entre quienes se encontraba la hija, a la cual le tendió la mano y le dijo: "Vení hija, te perdono".
La asimilación del insulto
Suena el timbre, cuatro chicas permanecen en el aula. Dos de ellas comienzan a “pelear”. La Sra. T les grita “¡No se peguen!” Como si estuviéramos en una escena familiar (tal como la profesora ha definido esta institución en una entrevista previa: “amena”, “con clima familiar”. ¿Acaso no es la escuela el segundo hogar?), una se defiende “No nos estamos pegando”. La otra se queja, rauda, y con el dedo acusa, singulariza, reclama juicio y castigo, aprende a erigir jueces, y autoriza a la líder: “Es que ella me molesta”. La Profesora, imparcial, concluye: “Bueno, entonces, no se toquen”. No se toquen es la oportunidad que todas estaban esperando para subirse a la estereotipación: “Salí, lesbiana”. La Sra. T, silente, ¿registra acaso que lesbiana no es (o al menos no debería ser), utilizado como un insulto? ¿Brinda las herramientas para resemantizar, resignificar o incluso re-utilizar ese “insulto” por parte de estudiantes que se apropien de la identidad estratégicamente para atacar la dominación en clave queer? Nadie oye nada. Ciegas todas ríen. El fantasma se aleja.
¿A qué ceguera referirse aquí sino a la implicación simbólica de género, no sabida pero no por ello menos eficaz? La generización atraviesa en esta escena a todas las mujeres implicadas, más aún a la Sra. T, madre de familia de dos hijxs que han cumplido con creces los mandatos sociales instituidos. La figura fantasmal, siniestra, de la lesbiana se revela en la escena como un fantasma inconsciente de grupo, exterior a subjetivaciones edipizantes.
Inmediatamente entra otra estudiante, con unas viandas que el Gobierno entrega de manera gratuita a esta escuela. Una de las chicas supuestamente “agresivas” le grita desde atrás que quiere una, y la otra se la tira a la cara (estos son los gestos y los modos que la profesora en la entrevista no puede tolerar por agresivos). Esta vez, la Sra. T sí reacciona y las reta porque tiran la comida. Jugar con la comida, en un país donde la gente come de la basura, todo el mundo lo sabe, es pecado. La postal es riquísima, todo un analizador de la transmisión del llamado currículum oculto en las instituciones escolares. Por un lado, reafirma lo expresado por Morgade sobre el permiso para el uso de la violencia dentro de la institución escolar por parte de las mujeres:
“…se castiga más severamente a las chicas que a los varones cuando transgreden la misma norma referida al comportamiento (…) A los varones se les perdona más el empleo de la violencia o (…) no se les enseña de manera sistemática a resolver problemas de forma no violenta”. (Dossier. 2004: 69)
Por otro lado, muestra cómo alejar el fantasma de la homosexualidad/lesbianismo es una condición fundamental dentro de la escuela para la construcción de géneros normales heterosexuales (cuerpos y prácticas normalizados) ¿Será en última instancia el embarazo adolescente “más deseable” que el lesbianismo? Sin embargo, jugar no es tirar, y la ansiedad sexual no tramitada no se suprime con el reto.
Si, como parece ser, el sexismo, la homofobia y el heterosexismo son inseparables bien puede ser que la práctica antisexista sea imposible sin prácticas que reduzcan la ansiedad que parecen sentir lxs estudiantes ante la posibilidad de que se diga de ellxs que son gays o lesbianas, la ansiedad que produce no poder cumplir o alcanzar el ideal heterosexual de la masculinidad y la feminidad que sublimatoriamente redunda en chicos abusadores o chicas que se embarazan. Libros, lenguajes, contenidos curriculares, maneras de dar la clase, en la institución escolar todo transmite los correctos mensajes sobres los géneros adecuados, enseñando y aprendiendo y rara vez criticando. En ese sentido, la construcción de una autonomía sexual e identitaria se convierte en una cuestión crucial. Al decir de Fernández:
“El grado de autonomía de un sujeto singular es inseparable del grado de autonomía del grupo social al que pertenece. Es decir, que el grado de autonomía que una niña pueda desplegar dependerá de la autonomía posible de su grupo social y de aquella que las mujeres de la sociedad a la que pertenece hayan alcanzado…la autonomía de un grupo social no depende de la voluntad personal de quienes pertenecen a él” (Dossier. 2004: 35)
Y yendo más lejos redoblando esta apuesta, la autonomía de la adolescente escolarizada necesariamente, como los sentimientos, se tramita y se gestiona en relación y holísticamente con la de sus compañeros varones.

The Wall
Como trabajadores de las fábricas llamadas escuelas que desean devenir, delinear menos una moral que una ética (Deleuze. 2006) implica no sólo la puesta en juego de nuestra prerrogativa a elegir, y de afianzar nuestra capacidad para poder sostener esa elección, sino también la necesidad de respetar la adjudicación de valor que hacen otras y otros de su propio deseo; es decir, no se trata sólo de reconocer el valor para reconocer el lugar del propio deseo, sino además reconocer el deseo de esa otra que no somos nosotras y cómo se asume para cada una de nosotras. Si le otorgamos importancia a nuestro deseo, entendemos en primera instancia que debe tener completa "autonomía" -en el sentido de Castoriadis: la "autonomía" no puede pensarse nunca como completa o absoluta- y por eso necesita pensarse como "proyecto de autonomía", o de construcción de un horizonte político que propicie el desarrollo de una capacidad de elucidar crítica y concientemente la responsabilidad que decida asumir en su relación con una legalidad por la que me reconozco estructuralmente atravesada. Una subjetividad desde la cual recuperemos el derecho a decir cuál es el valor que esa legalidad que nos constituye tiene para nosotras (pero sin que deba determinarnos a priori o a posteriori). Un deseo que no rinda la propia singularidad al efecto de la masa hetero-social homogeneizante. Recordemos que esta autonomía es atribuida a un sujeto que es siempre social y que construye esos valores siempre con otras que reconoce en tanto singulares. A los fines prácticos del análisis, este trabajo coincide, aunque más no sea a la manera de los peldaños/certezas de Wittgenstein, con la noción de sujeto que tanto Althusser como Judith Butler elaboran en Aparatos Ideológicos del Estado y Mecanismos Psíquicos del Poder, respectivamente; o también en Tecnologías del Yo de Michel Foucault:
“Los individuos llegan a ocupar el lugar de sujeto (…) y adquieren inteligibilidad solo en tanto están, por así decir, previamente establecidos en el lenguaje (…) Ningún individuo deviene sujeto sin antes padecer sujeción o experimentar “subjetivación” (otra traducción del francés assujetissement) (…) Aunque se trata de un poder que es ejercido sobre el sujeto, el sometimiento es al mismo tiempo un poder asumido por el sujeto, y esa asunción constituye el instrumento de su devenir.” (Butler. 2001: 22).
La autonomía, entonces, se asocia a la capacidad de establecer una distancia crítica, evitando así vernos alienadas en su reproducción ciega e irreflexiva.
Intervenir en nombre de la transformación, entonces, significa precisamente irrumpir en lo que se ha convertido en conocimiento fijo y realidad cognoscible para usar lo que nuestra razón y nuestros sentidos y hasta nuestras intuiciones nos dicen acerca de lo que es esa realidad. En el debate por el poder de decisión y elección de aquellos cuerpos generizados la pregunta acerca de qué se entiende por autonomía emerge por sí sola. Aquí nos cabe también la pregunta en relación a nuestro tema sobre los alcances de este “proyecto”: ¿Autonomía: un estado de individuación a priori de las relaciones de dependencia del mundo de lxs otrxs? ¿O por el contrario, una heteronomía que permite establecer lazos de afinidad, afectividad, parentesco alternativo en familias estalladas, mutualidad, camaradería que no se basen en la sanción represiva del cuerpo, el deseo y la sexualidad adolescente? Luchar por la autonomía significaría desde esta última definición el luchar para trascender los límites instituidos que rigen el deber ser de nuestra sexualidad, y permita redefinir así los lazos de amistad y de amor, de mutualidad y de apoyo, incluso dentro de las experiencias a las cuales, como la escuela, no podemos escapar, sino a un muy alto precio. Esta ética está del lado de un compromiso principalmente con nuestro deseo (tramitado en autonomía en relación a la heteronomía como explicamos antes), de la responsabilidad y de la circulación de éste entre las personas y sus semejantes. Condiciones objetivas y subjetivas fundamentales para que la experiencia escolar deje de ser como en el relato del famoso pedagogo inglés A. S. Neill, famoso por su proyecto de escuela Summerhill:
“El niño amoldado, condicionado, disciplinado y reprimido, no libre, cuyo nombre es Legión, vive en cada rincón del mundo. Vive en nuestra ciudad, cruzando la calle. Se sienta en un aburrido banco de una aburrida escuela, y luego, se sienta en un escritorio aun más aburrido en una oficina o en una fábrica. Es dócil, tiende a obedecer la autoridad, teme la crítica, y es casi un fanático de su deseo de ser normal, convencional, y correcto. Acepta lo que se le enseña sin cuestionárselo, y le entrega todos sus complejos y frustraciones a sus hijxs.” (1951: 95).
La praxis política como trabajadora de escuela necesitará crear -y no simplemente recrear- la relación entre el uso y el lugar político del cuerpo en el marco de las (nuevas) sexualidades y sus prácticas. Admitir que esta praxis puede no regirse según una moral que tampoco ha sido construida por quienes solemos ser condenadxs a reproducirla. Admitir que la dictadura de la biología puede perder la potestad que nos obliga a reducir el uso de nuestro cuerpo sexual como entidad meramente reproductiva/reproductora de la especie y de un orden social dominante. Una praxis vital en constante fuga para que el arte de enseñar sea, como en el poema de René Char, El Molino, “el recinto donde el amor se arriesga, centellea y marca el paso”.


Bibliografía
Butler, Judith. 1997. Mecanismos Psíquicos del poder, teorías sobre la sujeción. Madrid: Cátedra.
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Castoriadis, Cornelius. 1998. Lo Imaginario: la creación en el dominio histórico-social. Editorial Gedisa: Barcelona.
Deleuze, Gilles & Guattari, Felix. 1995. El Antiedipo. Barcelona: Paidós.
Deleuze, Gilles. 1991. “Posdata sobre las sociedades de control” en Ferrer, Ch. (comp.) El lenguaje literario. Buenos Aires: Terramar. pp: 115-123.
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Fausto-Sterling, Anne. 2001. Cuerpos Sexuados. Melusina: Madrid.
Foucault, Michel. 1997. La verdad y las formas jurídicas. Barcelona: Gedisa.
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-----------------1977. Historia de la Sexualidad. La Voluntad de Saber. Madrid: Siglo XXI.
Freire, Paulo. 2003. El grito manso. Bs. As.: Siglo XXI.
Kaës, René. 1987. “Realidad psíquica y sufrimiento en las instituciones”. En La institución y las instituciones. Estudios psicoanalíticos. México: Paidos.
Laquear, Thomas. 1996. La construcción del sexo. Cátedra: Madrid.
Lourau, René. 1975 El análisis institucional. Amorrortu.

Morgado, Graciela. 2004. Dossier de Género para la escuela Media. Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires.
Neill, Alexander Sutherland. 1951. Summerhill, a radical approach to child rearing. Hart Publishing Company: N.Y.

domingo, 20 de marzo de 2011

Charla posthumana este sabado!

Las Feriantas es una feria y es muy simple.

Las Feriantas se hace en Villa Urquiza el 4to sábado de cada mes. de 17 a 22 hs

Las Feriantas se encuentran este sábado 26 a las 17 hs en Altolaguirre 2388 y Monroe.

Las Feriantas incluye experiencias corporales de las más valiosas con ganas de compartir nuestros conocimientos, las cosas ricas o lindas que hacemos nosotras mismas autogestivamente, y de conocernos y conocerte.

Nos gusta la comida vegana (que no involucre ningún tipo de animal ni sus derivados en ella), la poesía, la música y las charlas. Te invitamos tanto a venir a participar con tu puesto, como a que vengas y nos conozcas.

El Cultural nos presta su espacio para que puedas venir a pasar la tarde con nosotras, comerte algo rico, conseguirte un vestido nuevo (o no tan nuevo...), o para que, en esta ocasión, escuches un conversatorio sobre Parto no Intervenido a cargo de la especialista en salud reproductiva y feminista María del Carmen Brion (18:30 hs), o una charla sobre Esquizo-análisis, Delueze & Guattari a cargo de Gustavo Melera del grupo www.posthumanxs.com.ar (20:00hs).

La entrada es totalmente libre y gratuita, pero te pedimos una colaboración a voluntad a la salida o entrada para apoyar El Cultural (donde se dan muchos talleres, que también te recomendamos!)

Antes de irnos a las 21:30: Constanza Carrazco, Lucio Greco y Leonor Silvestri leen poemas y también comparten sus libros.


Las Feriantas, el 4to sábado de cada mes en Altolaguirre 2388, esquina Monroe Villa Urquiza.

Gratis y autogestivo por la circulación de los bienes y los dones.

Podés venir en tu bici, o en el tren (Retiro- Suárez, estación Urquiza), 114, 107, 133, subte línea B hasta Los Incas (y caminás un poquito...)

lunes, 14 de marzo de 2011

Homo Sum

Entiendo por humanismo, el conjunto de discursos mediante los cuales se le dice al hombre occidental “si bien tu no ejerces el poder, puedes sin embargo ser soberano. Aun más: cuanto más renuncies a ejercer el poder y cuanto más sometido estés a lo que se te impone, más serás soberano.” El humanismo es lo que ha inventado paso a paso estas soberanías sometidas que son el alma (soberana sobre el cuerpo, sometida a Dios), la conciencia (soberana en el orden del juicio, sometida al orden de la verdad), el individuo (soberano titular de sus derechos, sometido a las leyes de la naturaleza o a las reglas de la sociedad), la libertad fundamental (interiormente soberana, exteriormenta consentidora y “adaptada a su destino”). En suma, el humanismo es todo aquello a través de lo cual se ha obstruido el deseo de poder en Occidente – prohibido querer el poder, excluida la posibilidad de tomarlo-. En el corazón del humanismo está la teoría del sujeto (en el doble sentido del término). Por esto, Occidente rechaza con tanto encarnizamiento todo lo que puede hacer saltar este cerrojo. Y este cerrojo puede ser atacado de dos maneras ya sea por un “des-sometimiento” de la voluntad de poder (es decir la lucha política en tanto que lucha clase), ya sea por un trabajo de destrucción del sujeto como pseudo-soberano (es decir, mediante el ataque “cultural”: supresión de tabús, de limitaciones y separaciones sexuales, práctica de la existencia comunitaria, deshinibición respecto a la droga, ruptura de todas las prohibiciones y de todas las cadenas mediante las que se reconstruye y se reconduce la individualidad normativa.


Michel Foucault, Microfisica del poder