Entiendo por humanismo, el conjunto de discursos mediante los cuales se le dice al hombre occidental “si bien tu no ejerces el poder, puedes sin embargo ser soberano. Aun más: cuanto más renuncies a ejercer el poder y cuanto más sometido estés a lo que se te impone, más serás soberano.” El humanismo es lo que ha inventado paso a paso estas soberanías sometidas que son el alma (soberana sobre el cuerpo, sometida a Dios), la conciencia (soberana en el orden del juicio, sometida al orden de la verdad), el individuo (soberano titular de sus derechos, sometido a las leyes de la naturaleza o a las reglas de la sociedad), la libertad fundamental (interiormente soberana, exteriormenta consentidora y “adaptada a su destino”). En suma, el humanismo es todo aquello a través de lo cual se ha obstruido el deseo de poder en Occidente – prohibido querer el poder, excluida la posibilidad de tomarlo-. En el corazón del humanismo está la teoría del sujeto (en el doble sentido del término). Por esto, Occidente rechaza con tanto encarnizamiento todo lo que puede hacer saltar este cerrojo. Y este cerrojo puede ser atacado de dos maneras ya sea por un “des-sometimiento” de la voluntad de poder (es decir la lucha política en tanto que lucha clase), ya sea por un trabajo de destrucción del sujeto como pseudo-soberano (es decir, mediante el ataque “cultural”: supresión de tabús, de limitaciones y separaciones sexuales, práctica de la existencia comunitaria, deshinibición respecto a la droga, ruptura de todas las prohibiciones y de todas las cadenas mediante las que se reconstruye y se reconduce la individualidad normativa.
Michel Foucault, Microfisica del poder
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