Presentado en la I Jornada sobre Discursos Sociales, Ideología Y Cultura Popular. UNLAM, 16 y 17 de setiembre de 2010
¿Saben? Tengo la extraña sensación de haber visto esto antes
¿Por qué? Porque soy un cavernícola
¿Por qué? Porque tengo ojos en la nuca
¿Por qué? Es el calor. Prepárense
Este es el tiempo. Y esta es la memoria del tiempo
Laurie Anderson Desde el aire
Ritornelos de viajes…
…pues de viajar se trata, antes que de vacacionar. Las vacaciones componen la otra cara de la moneda del trabajo explotado; descansar, desenchufarse – como si fuera posible o siquiera recomendable – para volver a la segmentaridad dura del prosumidor, foco de identificación molar inmanente a la subjetividad poscapitalística. He aquí una de las primeras tareas que componen un paradigma estético, siguiendo las propuestas de Félix Guattari en Caosmosis: fugar de la lógica de las identidades para activar procesos de subjetivación mutantes y devenires inauditos.
El museo nacional de etnografía y folklore ubicado en La Paz exhibe cientos de mantos de diferentes colores, motivos, texturas y materiales. No todos los mantos son llamados aguayos, como suele creerse. Cada uno de ellos tiene no sólo un uso y una función específicos, sino que diagraman uno de los planos que componen los procesos de subjetivación quechua, aymara y kolla, entre muchas otras etnias. Dichos procesos dan cuenta de maquinaciones semióticas a-significantes – en los mantos no hace falta leer ni interpretar nada – los colores y las líneas hacen de cada manto un territorio a través del cual una multiplicidad de agenciamientos colectivos de enunciación mapean una relación con la tierra, los animales no humanos, el trabajo, la sexualidad…en términos de Guattari, establecen los Territorios Existenciales de una serie de etnias que no pueden ser sobrecodificadas por la dogmática occidental a través de una lógica de las identidades. La prevalencia de colores oscuros por sobre los motivos geométricos expresa la relación que establecen los diversos procesos de subjetivación de las regiones andino-bolivianas con el Caos, cuya traducción del aymara – chaxrusqa kanan tian – implica una suerte de imperativo antikantiano: tiene que ser desordenado. Una vinculación que denota la composición de Universos Virtuales donde la ontología de lo caótico es efecto de una multiplicidad de devenires que tienen que producir desorden, no se advierte una concepción dramática ni esclerosante del Caos. Por el contrario, lo caótico es creación a partir de singularidades, mutaciones y desestratificaciones permanentes e inacabadas.
Por ello resulta tramposa la invocación – mayormente desde el humanismo bienpensante occidental – a recuperar las identidades de los llamados pueblos originarios: ha sido precisamente la lógica identitaria uno de los sustratos que legitimó en la región sudamericana un proceso de colonización que derivó en el extermino de cien millones de personas en los últimos quinientos años. La semiotización despótica del régimen de signos significante cumplió una función determinante, territorializado en el aparato de captura evangelizador: indio remite a sin dios, un dato curioso si se releva el politeísmo de los pueblos autóctonos de la región; salvajes como par de oposición de los civilizados europeos, aborígenes como denotación de un origen ausente que debe ser construido por el colonizador…de allí que la noción de identidad – en consonancia con la de cultura – resulte un concepto reaccionario. En palabras de Guattari, cada vez que los utilizamos [se refiere a ambos conceptos] propagamos, sin percibirlos, modos de representación de la subjetividad que la reifican y que con eso no nos permiten dar cuenta de su carácter compuesto, elaborado, fabricado, de la misma forma que cualquier mercancía en el campo de los mercados capitalísticos (…) la concepción de una entidad reificada es correlativa a la noción de identidad cultural, que implica la pareja identidad-alteridad. En lugar de reificar una noción como la de la cultura de un grupo social, podríamos tal vez hablar, más convenientemente, de un agenciamiento de los procesos de expresión. (resaltado en el original, 2005: 101)
Los riesgos de la reificación no se restringen a posiciones reactivas o despóticas. El filósofo boliviano Juan José Bautista plantea la necesidad de incluir tanto a la modernidad como a la occidentalidad en los procesos de subjetivación de la región, para concretar el proyecto de un Estado Boliviano comunitario y plurinacional. A pesar de que ya tenemos en nuestra historia muchos elementos para pensar que Bolivia no es viable como nación moderna, lo cual no quiere decir que sea inviable en sí, sino viable, pero como transmoderna y posoccidental. (2010: 25) Resulta muy difícil contemplar que el Estado, en tanto institución moderna y occidental, definido por la materialización paradigmática de un aparato de captura y calcificación de las potencias de subjetivación colectivas y singularizantes, admita una composición comunitaria y plural. Y en el caso particular de la región boliviana, el mismo autor nos recuerda que los procesos históricos de composición de la subjetividad de la región han logrado fugar de la individuación, la familia y la propiedad privada, prescindiendo de toda formación estatal. Ha sido precisamente a nuestro entender la replicación de los estados nación en la región sudamericana la punta de lanza que posibilitó la licuefacción de una multiplicidad de agenciamientos y procesos de subjetivación colectivos, así como su posterior sobrecodificación a través del aparato de captura estatal y del modo de producción capitalista.
Luego de plantear la necesidad de una autocrítica intersubjetiva y comunitario-auto-reflexiva, porque el objeto a cambiar somos nosotros mismos como sujetos, o sea la subjetividad de todos y cada uno de nosotros (:143) Bautista apela a la noción aymara de nayajá para dar cuenta de una serie de subjetivaciones que podríamos calificar como preindividuales: esta palabra quiere decir “nosotros”, pero cuando dice nosotros, no se refiere solo a un grupo humano, sino a una “comunidad”, en la cual lo que está radicalmente contenido es la tierra (…) La palabra para designar al “yo”, en aymara es naya, que se podría traducir por el “yo individual”, pero que también quiere decir “nosotros”, la diferencia está en que la palabra naya, ya no está presupuesta necesariamente la comunidad, o sea la tierra, sino el nosotros en singular. Pero, contrariamente a la racionalidad occidental (el subrayado es nuestro) en el mundo andino lo primero y presupuesto, no es el yo, o sea naya, sino la comunidad, o sea la nayajá. (…) Primero es la comunidad, después, el nosotros, y luego recién el yo como individualidad comunitaria. (:144)
Nótese que siguiendo el paradigma estético de Guattari, es posible configurar la subjetividad aymara a partir de una multiplicidad de segmentos de subjetivación parcial – incluida la Tierra como parte de la comunidad – que prescinde tanto de una lógica identitaria jerarquizante como del binarismo que la sostiene como fundamento. La indiferenciación de los planos estéticos respecto de los económicos, políticos, ecológicos y sociales se advierte en la transversalidad que compone la Wiphala. De acuerdo a la descripción de Inka Waskar Chukiwanka, puede considerarse a la Wiphala como un agenciamiento colectivo, en el cual se territorializa, en términos de Guattari, la heterogénesis maquínica: el Pacha, un indivisible conjunto del espacio (sitio), tiempo (cronología), conducta (movimiento) y cuerpo (materia), se lo simboliza con la constelación Chakana, de los cuatro puntos cardinales, y es la base potencial para la explicación de la existencia del universo y de nuestro mundo. (2009:10)
Este pequeño ritornelo del encuentro con algunos procesos de subjetivación aymaras pretende deslindar el campo de lo posthumano de algunas perspectivas tecnofílicas – más propiamente transhumanas – que apuestan a un futuro idílico, como parte de la renegación de un pasado descartable por definición. Sin la materialidad de un cuerpo que envejece, lo humano circularía como una pura energía de pensamiento en los equipamientos informatizados tecnológico-virtuales. Por el contrario, lo posthumano establece con los cuerpos un vínculo de experimentación, donde se disuelve no sólo una lógica identitaria, sino también una lógica histórica de estratificación del tiempo en la tríada pasado-presente-futuro. Es posible un devenir aymara, eludiendo tanto la melancolización por un pasado mejor irrecuperable, como la cristalización identitaria en un ser aymara idealizado desde una segmentaridad dura occidental, pero sobre todo blanca, masculinizante y heterosexual. La apuesta por un paradigma estético posthumano supone la composición de subjetividades nómades, exteriores a binarismos de género, etnia o clase social. Conlleva la reactivación e intensificación de las catexis inconscientes de deseo y la fuga de las segmentaciones preconscientes, sea cual fuere la identidad y la cultura que conformen e instituyan.
Por ello, la noción de agenciamiento resultará clave en la diagramación de un paradigma estético posthumanista. Posibilita la fuga tanto de un estructuralismo que determina los movimientos, intensidades y dinámicas a posiciones preestablecidas por un elemento primordial – lenguaje, economía, clase – como de un idealismo dialectizante que impone una producción al infinito de negatividades intrínsecas a sus elementos, para componer una ontología interminable de la síntesis y la superación.
Planteado por Deleuze y Guattari en Mil Mesetas, podríamos adjudicar la invención del concepto de agenciamiento al encuentro de dos cuerpos en proceso de fuga de la trascendencia, el fundamento, el Ser, el origen como unidad de medida de todas las cosas. Guattari, decidido a fugar de la institución psicoanalítica, tanto por el dogmatismo que ignora su concepción maquínica del inconsciente como por la pretendida neutralidad política de los managers de la Escuela Freudiana de París. Deleuze, dispuesto a devenir algo más que un filósofo reconocido por preñar de fuerzas activas el pensamiento instituido de algunos clásicos, o rescatar del olvido y la marginación a otros. La máquina deleuzeguattari comenzará denunciando a Edipo como uno de los aparatos de captura del deseo. Dentro de las críticas que recibió El Antiedipo, remarcaremos aquellas que denuncian su destrucción de lo humano. Dirá Cyrille Koupernik, citado por Francois Dosse en su Biografía Cruzada: aquello por lo que Deleuze reemplaza el Edipo – es decir, finalmente, por un deseo biológico anhumano, inhumano, protopersonal – me parece mucho más temible. Es la imagen en espejo de la entropía, que obsesionó a Freud (2009:264).
En Mil Mesetas asistimos a un diagrama de conceptos que enriquecen desde lo afirmativo las tareas esquizoanalíticas propuestas en El Antiedipo. Lejos de refugiarse en la vuelta a un humanismo respetuoso de las diferencias, asistimos al montaje de una máquina de pensamiento creativo, abierta y heterogénea que promueve devenires mujer, devenires animales, devenires música…una lógica rizomática de las multiplicidades, para la cual el agenciamiento aparece – según el mismo Deleuze – como la unidad de una obra singularmente heteróclita. Acordamos con Dosse respecto de la ventaja del agenciamiento para relacionar todas las formas de conexiones, incluyendo las del ámbito de lo no-humano, y liberar sus fuerzas. Alcanza con poner juntos elementos singulares y heterogéneos, y se dispone entonces de un agenciamiento particular (…) Todas las combinaciones son posibles entre máquinas técnicas, animales y humanos. Se trata siempre de procesos de subjetivación e individuación (…) En efecto, en el nivel de las relaciones de agenciamiento ya no hay distinción pertinente entre naturaleza y artificio. (:318)
El paradigma estético al que apuesta Guattari supone igualmente la instauración de líneas de fuga del aparato de captura humanista. Así como el esquizo ha soltado amarras con la individuación subjetiva, del mismo modo el análisis del Inconsciente deberá recentrarse sobre los procesos de subjetivación no humanos que yo califico de maquínicos, pero que son más que humanos, suprahumanos en un sentido nietzscheano. (1996:90)
Además de su composición inmanente a una multiplicidad de conexiones, acoplamientos y articulaciones entre elementos heterogéneos, un agenciamiento se materializa en un territorio determinado. El aparato de captura humanista resulta de la rigidización y homogeneización de sus componentes, conectado a su vez con una máquina binaria que jerarquiza y calcifica los procesos de subjetivación en pares de oposición. De allí que la apuesta por una estética posthumana resulte indiscernible de su territorialización en prácticas políticas instituyentes, sustentadas prima facie – aunque para nada se trate de fases o etapas cronológicas – en procesos desubjetivantes de las categorías ontológicas opositivas, sustrato de lo humano como instituido por antonomasia: hombre-mujer, femenino-masculino, hetero-homosexual, animal-humano, naturaleza-cultura…el campo social está plagado de binarismos que sostienen y legitiman la ficción de lo humano como un dato natural. El concepto de producción de subjetividad, además de disolver el binarismo Sujeto-Sociedad, desmonta igualmente la ficción que reduce los procesos de subjetivación al polo superestructural ideológico. No hay ideología, sólo agenciamientos colectivos de enunciaciones ideológizantes. En este sentido, asistimos en la actualidad a un conjunto de nuevas territorializaciones y sobrecodificaciones, que replican la axiomática capitalista de incorporación de todos los flujos que encuentra a su paso.
El posthumanismo compone por lo tanto una estética diagramada en función de una experimentación y mutación permanente de sus prácticas, sus discursos y sus estrategias. Una multiplicidad de máquinas creativas funcionando a través de disyunciones inclusivas, un arte de la fuga de los equipamientos que pugnan por la inclusión de las diferencias para homogeneizarlas en instancias reguladoras del deseo. De allí la desconfianza del posthumanismo hacia las instituciones, cuya función psíquica identitaria constituye uno de sus rasgos más temibles pero paradójicamente más demandados.
No se puede vivir sin instituciones, nos advierten para aplacarnos. Se puede vivir, y por qué no dejar de sobrevivir, sin estas instituciones. Permanente se conforman espacios institucionales bajo lógicas exteriores a las conformaciones instituidas. Lo humano constituye una producción histórica relativamente nueva, que contiene lo que los instituidos humanistas excluyen como extraño a sí mismo, desviaciones inhumanas: violencia, explotación o exterminio de formas de vida improductivas, perversión y miseria generalizadas, catástrofes ambientales y ecológicas. Consideramos que una perspectiva humanista constituye menos parte de la solución que parte del problema, pues lo humano – lejos de componer un dato biológico natural – es el producto de una multiplicidad de dispositivos disciplinarios y biopolíticos que se inician hace poco más de dos siglos. Una estética posthumanista compone mapas de posibles, efectuando a su vez conexiones micropolíticas con agenciamientos moleculares y devenires que se concretizan en el campo social. Una de las funciones primordiales de los montajes humanistas instituidos se sustenta en una maquinaria de hacer creer que su exterior es la barbarie, la nada, el fin. Hace de una ficción una Verdad. La apuesta posthumana consiste – antes que en sacarse la venda de los ojos, verdadera pretensión iluminista – en diversificar la máquina visual. Ojos en la nuca para vislumbrar devenires y maquinaciones comunitarias, preindividuales. Pero también ojos en las manos y en todo el cuerpo, para favorecer encuentros con otras miradas y otros modos menos humanos de estar en el mundo.
Bibliografía
Bautista, J.J.: Crítica de la razón boliviana. Tercera edición. Rincón Ed. 2010. Bolivia.
Deleuze, G., Guattari, F.: Mil mesetas. Capitalismo y esquizofrenia. Pre-Textos. 1980.
Dosse, F.: Gilles Deleuze y Félix Guattari. Biografía cruzada. FCE. 2009.
Guattari, F.: Psicoanálisis y tranversalidad. Siglo XXI. 1976.
Caosmosis. Manantial. 1996.
, Rolnik, S.: Micropolítica. Cartografías del deseo. Tinta Limón. 2005.
Inka Waskar Chukiwanka: Origen y constitución de la Wiphala. Edición Editada. 2009. Bolivia.
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